"No los veo, por eso no puedo discriminarlos". -Justo Orozco.
Las palabras de nuestro flamante, nuevo de paquete, Presidente de la Comisión Legislativa de Derechos Humanos son duras, pero si escarbamos profundamente entre semejante verborrea encontraremos un leve resplandor de verdad.
Por muchas décadas las minorías sexuales costarricenses nos hemos sentido con particular tranquilidad de retozar tirados de panza en los laureles de una sociedad no represiva. Nos hemos sentido demasiado cómodos en la Costa Rica donde se puede crecer y vivir siendo homosexual enclosetado (a). Donde salir a la disco dos veces al mes y amar a escondidas nos es suficiente para sentirnos felices. Somos invisibles porque asi lo hemos decidido. Nos acostumbramos a no ser vistos y nos sentimos bien siendo ingnorados. Pasando inadvertidos.
Esto no siempre fue asi. Un 5 de abril, hace 25 años, 150 personas, parte de una sociedad homosexual atormentada y perseguida de finales de los 80's, da las primeras luchas que registra la historia del colectivo pero que también resultaron ser las últimas. En época de redadas, represión política y brutalidad policial los primeros grupos de valientes sacan la cabeza e hinchan el pecho en representación de un colectivo cansado del maltrato. Gracias a la lucha de aquellos es que hemos disfrutado de la comodidad que nos da la indiferencia del gobierno.
Pero algo pasó ayer. Este 16 de Junio del 2012 será recordado por mucho tiempo por la fragmentada comunidad sexualmente diversa de este país de hipócrita "paz" y "libertad". Cansados de ser invisibles y besarnos en la sombra, poco más de 2.000 personas colmamos la principal calle de nuestra capital. Nos tomamos de la mano los gais, las lesbianas, los bisexuales, los transexuales, los heterosexuales y las levantamos gritando al unísono: "arriba; abajo; homofobia al carajo".
La comodidad se perdió. Ya no estamos dispuestos a callar. Ya no queremos escondernos. Y es que ya no tenemos por qué hacerlo.